Jaime Sabines

Me encontré con este autor por la casualidad, youtube y un cortometraje. La verdad tiene unos textos muy buenos y quería compartir con ustedes su biografía y una selección que improvise.



Biografía

Su padre, Julio Sabines, nació en el Líbano en 1902 y emigró con sus padres y sus dos hermanos a Cuba. En 1914 llegó a Chiapas, donde conoce a su futura esposa, Luz Gutiérrez Moguel.
Jaime Sabines mantuvo la paz y la poesía al mismo tiempo: las personas lo amaban y apreciaban su orgullo de ser poeta. Jaime Sabines tuvo una infancia normal, fue jugador de trompo, canicas y baloncesto. Declamador desde la primaria, lo fue oficialmente en la secundaria.
En 1945 viajó a la Ciudad de México para comenzar sus estudios como médico, pronto se dio cuenta de que la carrera de medicina no era para él, en ese momento es cuando comienza su carrera de escritor. Regresó a Chiapas por una corta temporada y estuvo trabajando en la mueblería de su hermano Juan.
En 1953 se casó con Josefa Rodríguez Zebadúa, con quien tuvo cuatro hijos: Julio, Julieta, Judith y Jazmín.
Falleció el 19 de marzo de 1999 en la Ciudad de México, víctima del cáncer, a la edad de 72 años.

El poeta

Sus primeros pasos por la poesía fueron "Instrospección", "A mi madre", "Siento que te pierdo" y "Primaveral", los anteriores fueron publicados en el periódico El Estudiante, una publicación de las sociedades estudiantiles de la Escuela Normal y de la Preparatoria de Tuxtla Gutiérrez.
En 1949 regresa a la Ciudad de México para ingresar a la licenciatura en «Lengua y literatura española» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Entre sus influencias literarias se cuentan Pablo Neruda, García Lorca y James Joyce.

    -¿Se daba cuenta de las influencias que se apoderaban de su escritura o no las percibía?

    -¡Claro que me daba cuenta de que esos poemas no eran míos! Son obras de García Lorca o son obras de Neruda, me decía a mí mismo. Pero poco a poco empecé a escribir cosas diferentes... fui notando que ya era una voz propia que se iba abriendo paso entre tantas influencias.
    (Ana Cruz, "La poesía es un destino".)

En 1949 nace Horal, poemario que inicialmente constaría de 62 poemas, pero que el autor recortó unos días antes de viajar a Tuxtla. La publicación corrió a cargo del Gobierno de Chiapas en 1950 en una edición muy modesta con 18 poemas.
En 1951 es publicado su libro titulado La Señal. En el año de 1952 regresa a Chiapas debido a que su padre sufre un accidente, por lo tanto no puede terminar su carrera. Sin embargo, en 1952 aparece su libro Adán y Eva, su primera incursión en la poesía en prosa, del que afirmó:
    Yo quería hacer una poesía lo más independiente de las palabras, que resistiera cualquier traducción y es a través de la prosa, -cuyo ritmo es el que más se acerca al de la sangre- donde se consigue mejor".
En 1954 se publicó uno de sus libros, quizá el menos entendido en su país y el más apreciado fuera de él, Tarumba. Sabines sufre un accidente al caer por una escalera, en él se rompió una pierna y se fracturó la cadera, con lo que dio comienzo una vida de sufrimiento y de dolor.
Después de siete años de vivir en Tuxtla, regresa a la Ciudad de México en donde escribe Diario Semanario. En el año de 1966 muere su madre, Doña Luz Gutiérrez, y en 1967 se publica la primera edición de Yuria.
Jaime Sabines era conocido como "El francotirador de la literatura" por pertenecer a un grupo que transformaba la literatura en realidad. Sus escritos se basaron en su presencia en diversos lugares cotidianos como la calle, hospitales, patios, etcétera.









Obra poética publicada:
  •      Horal (1950)
  •      La Señal (1951)
  •      Adán y Eva (1952)
  •      Tarumba (1956)
  •      Diario Semanario y poemas en prosa (1961)
  •      Poemas Sueltos (1951-1961)
  •      Yuria (1967)
  •      Tlatelolco (1968)
  •      Maltiempo (1972)
  •      Algo sobre la muerte del Mayor Sabines (1973)
  •      Otros Poemas Sueltos (1973-1994)
  •      Nuevo Recuento de Poemas (1977)
  •      Los amorosos Cartas a Chepita 2009

    Algunos poemas seleccionados:

    Amor mío, mi amor, amor hallado...

    Amor mío, mi amor, amor hallado
    de pronto en la ostra de la muerte.
    Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
    quiero tocarte, verte.

    Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo
    los hilos de mi sangre acostumbrada,
    lo dice este dolor y mis zapatos
    y mi boca y mi almohada.

    Te quiero, amor, amor absurdamente,
    tontamente, perdido, iluminado,
    soñando rosas e inventando estrellas
    y diciéndote adiós yendo a tu lado.

    Te quiero desde el poste de la esquina,
    desde la alfombra de ese cuarto a solas,
    en las sábanas tibias de tu cuerpo
    donde se duerme  un agua de amapolas.

    Cabellera del aire desvelado,
    río de noche, platanar oscuro,
    colmena ciega, amor desenterrado,

    voy a seguir tus pasos hacia arriba,
    de tus pies a tu muslo y tu costado.

    Cuando estuve en el mar era marino....

    Cuando estuve en el mar era marino
    este dolor sin prisas.
    Dame ahora tu boca:
    me la quiero comer con tu sonrisa.

    Cuando estuve en el cielo era celeste
    este dolor urgente.
    Dame ahora tu alma:
    quiero clavarle el diente.

    No me des nada, amor, no me des nada:
    yo te tomo en el viento,
    te tomo del arroyo de la sombra,
    del giro de la luz y del silencio,

    de la piel de las cosas
    y de la sangre con que subo al tiempo.
    Tú eres un surtidor aunque no quieras
    y  yo soy el sediento.

    No me hables, si quieres, no me toques,
    no me conozcas más, yo ya no existo.
    Yo soy sólo la vida que te acosa
    y tú eres la muerte que resisto.

    El llanto fracasado

    Roto, casi ciego, rabioso, aniquilado,
    hueco como un tambor al que golpea la vida,
    sin nadie pero solo,
    respondiendo las mismas palabras para las mismas
    cosas siempre,
    muriendo absurdamente, llorando como niña, asqueado.
    He aquí éste que queda, el que me queda todavía.
    Háblenle de esperanza,
    díganle lo que saben ustedes, lo que ignoran,
    una palabra de alegría, otra de amor, que sueñe.

    Todos los animales sobre la tierra duermen.
    Sólo el hombre no duerme.
    ¿Han visto ustedes un gesto de ternura en el rostro de
    un loco dormido?
    ¿Han visto un perro soñando con gaviotas?
    ¿Qué han visto?

    Nadie sino el hombre pudo inventar el suicidio.
    Las piedras mueren de muerte natural.
    El agua no muere.
    Sólo el hombre pudo inventar para el día la noche,
    el hambre para el pan,
    las rosas para la poesía.

    Mortalmente triste sólo he visto a un gato, un día,
    agonizando.
    Yo no tengo la culpa de mis manos: es ella.
    Pero no fue escrito:
    Te faltará una mujer para cada día de amor.

    Andarás, te dijeron, de un sitio a otro de la muerte
    buscándote.
    La vida no es fácil.
    Es más fácil llorar, arrepentirse.

    En Dios descansa el hombre.
    Pero mi corazón no descansa,
    no descansa mi muerte,
    el día y la noche no descansan.

    Diariamente se levantan los montes, el cielo se ilumina
    el mar sube hacia el mar
    los árboles llegan hasta los pájaros.
    Sólo yo no me alumbro, no me levanto.

    Háblenle de tragedias a un pescado.
    A mí no me hagan caso.
    Yo me río de ustedes que piensan que soy triste
    como si la soledad o mi zapato
    me apretaran el alma.

    La yugular es la vena de la mujer.
    Allí recibe al hombre.
    Las mujeres se abren bajo el peso del hombre
    como el mar bajo un muerto,
    lo sepultan, lo envuelven,
    lo incrustan en ovarios interminables,
    lo hacen hijos e hijos…
    Ellas quedan de pie,
    paren de pie, esperando.

    No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
    pregunten hacia dónde va mi corazón.

    Les dejaré una cosa el día último,
    la cosa más inútil y más amada de mí mismo,
    la que soy yo y se mueve, inmóvil para entonces,
    rota definitivamente.
    Pero les dejaré también una palabra,
    la que no he dicho aquí, inútil, amada.

    Ahora vuelve el sol a dejarnos.
    La tarde se cansa, descansa sobre el suelo, envejece.
    Trenes distantes, voces, hasta campanas suenan.
    Nada ha pasado.

    Espero curarme de ti

    Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

    ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

    Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: "que calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?", "se te hizo de noche"...Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".)

    Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

    Me doy cuenta de que me faltas...

    Me doy cuenta de que me faltas
    y de que te busco entre las gentes, en el ruido,
    pero todo es inútil.
    Cuando me quedo solo
    me quedo más solo
    solo por todas partes y por ti y por mí.
    No hago sino esperar.
    Esperar todo el día hasta que no llegas.
    Hasta que me duermo
    y no estás y no has llegado
    y me quedo dormido
    y terriblemente cansado
    preguntando.
    Amor, todos los días.
    Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.
    Puedes empezar a leer esto
    y cuando llegues aquí empezar de nuevo.
    Cierra estas palabras como un círculo,
    como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
    Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
    en mi garganta como moscas en un frasco.
    Yo estoy arruinado.
    Estoy arruinado de mis huesos,
    todo es pesadumbre.

     Me dueles

    Mansamente, insoportablemente, me dueles.
    Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
    Nada queda de mí después de este amor.

    Entre los escombros de mi alma, búscame,
    escúchame.
    En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,
    pide tu asombro, tu iluminado silencio.

    Atravesando muros, atmósferas, edades,
    tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
    viene desde la muerte, desde antes
    del primer día que despertara al mundo.

    ¡Qué claridad de rostro, qué ternura
    de luz ensimismada,
    qué dibujo de miel sobre hojas de agua!

    Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
    Soy como el hijo de tus ojos,
    como una gota de tus ojos soy.
    Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
    del suelo, de la sombra que pisas,
    del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
    Levántame. Porque he caído de tus manos
    y quiero vivir, vivir, vivir.

    No es que muera de amor, muero de ti....

    No es que muera de amor, muero de ti.
    Muero de ti, amor, de amor de ti,
    de urgencia mía de mi piel de ti,
    de mi alma, de ti y de mi boca
    y del insoportable que yo soy sin ti.

    Muero de ti y de mi, muero de ambos,
    de nosotros, de ese,
    desgarrado, partido,
    me muero, te muero, lo morimos.

    Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
    en mi cama en que faltas,
    en la calle donde mi brazo va vacío,
    en el cine y los parques, los tranvías,
    los lugares donde mi hombro
    acostumbra tu cabeza
    y mi mano tu mano
    y todo yo te sé como yo mismo.

    Morimos en el sitio que le he prestado al aire
    para que estés fuera de mí,
    y en el lugar en que el aire se acaba
    cuando te echo mi piel encima
    y nos conocemos en nosotros,
    separados del mundo, dichosa, penetrada,
    y cierto , interminable.

    Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
    entre los dos, ahora, separados,
    del uno al otro, diariamente,
    cayéndonos en múltiples estatuas,
    en gestos que no vemos,
    en nuestras manos que nos necesitan.

    Nos morimos, amor, muero en tu vientre
    que no muerdo ni beso,
    en tus muslos dulcísimos y vivos,
    en tu carne sin fin, muero de máscaras,
    de triángulos oscuros e incesantes.
    Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
    de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
    En el pozo de amor a todas horas,
    inconsolable, a gritos,
    dentro de mi, quiero decir, te llamo,
    te llaman los que nacen, los que vienen
    de atrás, de ti, los que a ti llegan.
    Nos morimos, amor, y nada hacemos
    sino morirnos más, hora tras hora,
    y escribirnos y hablarnos y morirnos.

    Sólo en sueños...

    Sólo en sueños,
    sólo en el otro mundo del sueño te consigo,
    a ciertas horas, cuando cierro puertas
    detrás de mí.
    ¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan,
    y ahora estoy preso en su sortilegio,
    atrapado en su red!
    ¡Con qué morboso deleite te introduzco
    en la casa abandonada, y te amo mil veces
    de la misma manera distinta!
    Esos sitios que tú y yo conocemos
    nos esperan todas las noches
    como una vieja cama
    y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen.
    Me gusta decirte lo de siempre
    y mis manos adoran tu pelo
    y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre.
    Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo,
    y con mi mano en tu boca, te busco y te busco.
    A veces lo recuerdo. A veces
    sólo el cuerpo cansado me lo dice.
    Al duro amanecer estás desvaneciéndote
    y entre mis brazos sólo queda tu sombra.

    Te quiero porque tienes....

    Te quiero porque tienes
    las partes de la mujer en el lugar preciso
    y estás completa.
    No te falta ni un pétalo,
    ni un olor, ni una sombra.

    Colocada en tu alma,
    dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
    leche de luna en las oscuras hojas.
    Quizás me ves,
    tal vez, acaso un día,
    en una lámpara apagada,
    en un rincón del cuarto donde duermes,
    soy la mancha, un punto en la pared,
    alguna raya que tus ojos, sin ti,
    se quedan viendo.

    Quizás me reconoces
    como una hora antigua
    cuando a solas preguntas, te interrogas
    con el cuerpo cerrado y sin respuesta.

    Soy una cicatriz que ya no existe,
    un beso ya lavado por el tiempo,
    un amor y otro amor que ya enterraste.
    Pero estás en mis manos y me tienes
    y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
    para secar tus lágrimas que lloro.

    ¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
    me dirás que te amo? Esto es urgente
    porque la eternidad se nos acaba.
    Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
    con que amé tu cintura. No me dejes
    en medio de tu sangre en esa toalla.

    Tu nombre

    Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
    Trato de escribir que te amo.
    Trato de decir a oscuras todo esto.
    No quiero que nadie se entere,
    que nadie me mire a las tres de la mañana
    paseando de un lado a otro de la estancia,
    loco, lleno de ti, enamorado.
    Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
    Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
    lo grita mi corazón amordazado.
    Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
    lo digo incansablemente,
    y estoy seguro que habrá de amanecer.

    Para hacer funcionar a las estrellas

    Para hacer funcionar a las estrellas es necesario apretar el botón azul.
    Las rosas están insoportables en el florero.
    ¿Por qué me levanto a las tres de la mañana mientras todos duermen? ¿Mi corazón sonámbulo se pone a andar sobre las azoteas detectando los crímenes, investigando el amor?
    Tengo todas las páginas para escribir, tengo el silencio, la soledad, el amoroso insomnio; pero sólo hay temblores subterráneos, hojas de angustia que aplasta una serpiente en sombra. No hay nada que decir: es el presagio, sólo el presagio de nuestro nacimiento.

    ¿Qué es lo que busco? Esa es una buena pregunta…

    He tratado muchas veces
    de buscar a Dios y a la justicia.
    Soy un pobre diablo
    que anda entre el cielo y el infierno.
    Soy una gente que lo quiere todo
    y que no ha alcanzado nada.
    Durante meses o años,busco
    la justicia, el pan, la comida,
    la sal, la mujer,y hay momentos,
    breves momentos,
    en que he querido buscar ha Dios….
    Nunca lo he encontrado,
    el dia que lo encuentre
    me quedo callado…”






    Fuentes:
    http://es.wikipedia.org/wiki/Jaime_Sabines
    http://sololiteratura.com/sab/sabyuria.htm
    http://amediavoz.com/sabines.htm
    http://darkhypnosis.wordpress.com/2008/01/26/hablemos-de-literatura-oh-mayor-sabines%C2%A1%C2%A1sabines-al-poder/



    Bueno, hasta luego.

    Comentarios

    Anónimo dijo…
    El amor, ese sentimiento sobrevaluado pero que alimenta lo mejor de la literatura y la poesia, pero solo el amor sufrido, el dolido, el que termina, porque cuando el amor florece no hay tiempo para escribir, solo disfrutar

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